Antes de adentrarme en el tema en cuestión me gustaría hacer una reflexión sobre aquella distinción entre el cine mexicano y el cine realizado por personas nacidas en México que han emigrado en busca de un mejor futuro. Esto refleja la innegable realidad en las que algunas personas talentosas tienen que huir a algún país en el que se aprecie su trabajo y especialmente, donde se les apoye económicamente para desarrollar sus proyectos, ¡y esto no sólo es en el cine ni en el arte, ojo!. Ante esta situación sólo queda pensar que el futuro de un cineasta en México es difícil, creo que principalmente hay dos caminos: o te chingas o te jodes, y con “te chingas” me refiero a que el sistema te permite tener libertad, tanto de pensamiento como de creación pero a lo mejor no podrás ni alimentarte a ti mismo, y tus obras de arte (si es que son tal) serán observadas por un pequeño y selecto grupo de personas; aún así te va a costar un huevo llegar apenas a ello, si bien te va ganarás algún premio por haber hecho un cortometraje. Con “te jodes” el panorama es muy diferente, dependiendo de tus expectativas en la vida y tu significado de “éxito” tienes siempre opción a prostituirte, a dejar tus anhelos y mermar tu creatividad para hacer lo que se vende, lo que se necesita, lo que la gente quiere ver, de esta forma tendrás apoyo económico. Como apunta Josué hay buenas producciones mexicanas, sin embargo, la mayoría llega a un grupo muy pequeño de personas que buscan un poco más allá, no llegan al ciudadano común, desgraciadamente.
Pero no todo es tan negro, y si lo fuera, debemos aceptar que además de negro hay blanco y diferentes matices de gris; el cine mexicano tuvo su época de oro, eso es innegable y deberíamos ser un poco menos puristas en un mundo tan globalizado, ya que las producciones como bien apunta Huitzi fueron financiadas por extranjeros y no por otra cosa sino para controlar a su país vecino ante la amenaza de su poderío por los bolcheviques. Ahora, no me parece que el cine mexicano haya estado muerto por veinte años: si nadie recuerda qué producciones comerciales hubo entre las típicas películas mexicanas setenteras de zorras junto a gallardos caballeros en Acapulco y “Sexo, pudor y lágrimas” déjenme recordarles las inmundas joyas nacionales que ya nadie tiene en la mente como: “Zapatos viejos” y “Pelo suelto”, cuya protagonista era Gloria Trevi, “Verano Peligroso” protagonizada por Alejandra Guzmán, “Cambiando el destino” protagonizada por cinco caballeros de un grupo juvenil que sólo brincaban y dizque cantaban (Magneto), “Cándido de día, Pérez de noche”, “La risa en vacaciones” de la uno a la cinco mil, como bien apunta Rulo y hasta una del grupo Garibaldi… Bueno, sinceramente prefiero el pretencioso y vacío cine mexicano de hoy que esas cosas para las cuales no puedo encontrar más que adjetivos altisonantes repetitivos.
Evidentemente, en comparación con lo anterior, podemos decir que el cine mexicano de hoy es un cine culto que se encuentra en la misma crisis del arte hoy en día: sigue una tendencia esnob marcadísima donde todos son adultos jóvenes o adolescentes tratando de vivir la vida lo mejor posible con crisis existenciales, sexuales, farmacológicas o financieras y esporádicamente con problemas morales. Estos seres viven en grandes departamentos en Santa Fé o Polanco y si no, en las alcantarillas, y como una u otra película nos ha demostrado, de pronto sus vidas se entrelazan en las amargas olas de la vida. Este estilo se considera muy “realista” y por eso muchas personas se identifican, pero esas personas sólo pueden pertenecer a niveles socioeconómicos bastante altos. Esto, amigos, no es más que un reflejo del arte en México con su respectiva invasión de clichés, rebeldía fresa, objetos kitsch, palabras altisonantes, colores brillantes y sonrisas de vino tinto.
¡Pobres de nosotros!, todos apadrinados por la élite del arte esnob con sede en la Condesa, en esta querida Ciudad de México; ¡pobres de nosotros! cuando al mirar la pantalla grande tratamos de identificarnos pero encontramos que estas películas no son una identidad mexicana, ¡al rayo con las identidades!, justamente la búsqueda derivada en exageración de eso es lo que nos tiene donde estamos, ¿y por qué buscar el realismo? Yo no sé qué pretendía mi querido Enmascarado de Plata con sus películas que hoy son cine de culto en algunos sitios de Europa, ¿pretendería realismo? ¿pretendería surrealismo? No lo sé, pero están buenas y creo que ése es el meollo del asunto, no pretender sino hacer, en vez de estar pensando en qué es lo que la gente quiere, qué va a vender, qué cabe en las tendencias, lo importante es expresarse y no estar buscando complacer.
Como conclusión creo que ni somos muy muy ni tan tan; sin duda el camino de nuestro cine ha mejorado aunque no le llegue aún a lo que alguna vez fue pero es mejor eso que nada; la esperanza tendrá que dormitar esperando el momento en el que en este país se llegue a confiar en su propia gente, si no, por lo menos a que algunos riquillos pretendan deducir impuestos apoyando a IMCINE, sintiendo que logran su sueño, ése al que tal vez renunciaron por poder y dinero. No importa de dónde venga el apoyo sino que llegue, para que la gente talentosa pueda mostrar al mundo imágenes bellas e historias interesantes, y sobre todo, que cualquier mexicano pueda ser el crítico espectador.
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