Pues así fue, llegaron los noventa y con ellos llegaron las cortinillas del Nuevo Cine Mexicano (NCM), que prometía liberarnos del oscurantismo en el que nos sumergimos por casi dos décadas, acompañados de Rosa Gloria Chagoyán, Pedro Weber Chatanuga, César Bono, Polo Polo y hasta Pedro, Pablo y Paco (en paz descanse) de “La Risa en Vacaciones”. Este esfuerzo por lograr la identificación de la cinematografía nacional como una expresión cultural desató una avalancha de mierda que actualmente descansa, en su mayoría, en las dos vertientes que Manuel Lobo menciona en su entrada: sin sentido vs. pretensión. Ambas vertientes portan el estandarte de uno de los peores males que ha azotado no sólo al cine, sino a cualquier expresión artística hecha en México: el uso desmesurado del folclor.
El folclorismo ha sido la salida fácil desde la época de oro del cine mexicano, y en la actualidad se reparte entre nopaleras y la colonia Condesa. La descontextualización es el pan de todos los días con una industria que cree que todos los mexicanos entramos en traje de charro (en sentido figurado, claro está). Pero no todo está perdido. La industria cinematográfica nacional cuenta con cantidad de ejemplos que se han sacudido éste y otros vicios, mostrándonos que se puede hacer cine de calidad en este país a pesar de todas las trabas expuestas por mis compañeros.
Mi primer ejemplo es bastante obvio: Luis Buñuel, quien según palabras de Fernando Macotela “ayudó a que se conociera México en el mundo, desde un punto de vista que dejaba de lado el folclor convencional, ya que todo hace parecer que estaba vacunado contra este mal”. El mismo que sufrió una mezcla de embates nacionalistas y malinchistas en respuesta a su obra maestra “Los Olvidados” antes de ser consagrada por la cinematografía mundial, sentó las bases del cine mexicano bien contextualizado; espejo de su realidad y con identidad propia; y además, ajeno a las tentaciones del folclor y el nacionalismo. Parece la combinación perfecta ¿no? Pues esperen, que hay más.
Otro ejemplo me viene a la mente desde el corazón de esa difícil época (no sólo para el cine, sino para cualquier otra expresión cultural en este país), que mis compañeros han reiteradamente asociado al cine de ficheras. Robándole presupuesto a los Almada, se gestaba el trabajo de Felipe Cazals, quien realizó una crónica de tintes casi documentales de la cruda realidad mexicana.
Ahora, de regreso a la época del NCM, busquemos la herencia de Buñuel entre sus alumnos ¿Qué tal Arturo Ripstein?
Sin ser el más laureado de los directores del cine nacional, Ripstein logró mantener a raya el folclor y mantenerse alejado de los peores males de la industria cinematográfica contemporánea. Para muestra tenemos una joyita del cine nacional (y de las favoritas de su servidor) nacida en plena mazmorra del NCM; entre sexo, pudor y mierda. Me refiero a “Así es la Vida”. Ya sé que no faltará el que me tire de pendejo porque primero hablo de descontextualización y folclorismo, para luego venir a mamar con una adaptación de tragedia griega que se desarrolla en una vecindad del centro de la Ciudad de México; pero busque la clave en el enunciado anterior… Eureka, la clave es la adaptación, perfectamente bien realizada por Paz Alicia Garciadiego. Si hubiera más adaptaciones así, me callan la boca con el folclorismo. Pero no me crean, chequen la filmografía de este hombre, que tiene otras cuantas cosas que para mi gusto valen la pena. Ahí está “Principio y Fin”, “El Evangelio de las Maravillas”, “La Virgen de la Lujuria” y un chingo más.
Y hablando de contextos, ¿qué tal el documental en México? Ahí tenemos la obra de J.C. Rulfo, que creo no ha dejado en mal el nombre de la familia.
¿Y el cortometraje? Siempre dispuesto a salvar la industria en momentos de sablazos presupuestales.
También la concepción de la gente ha cambiado con respecto al cine, la gente se está volviendo más hacia el cine inteligente y tiene un acercamiento cada vez más crítico. Como muestra tenemos la explosión de festivales cinematográficos que han acaparado marquesinas de todo el país y que ofrecen una diversidad que es bien apreciada por el público. Por lo menos si no vamos en contra, sí nos estamos resistiendo (aunque sea un poquito) al fenómeno mundial de vulgarización cultural identificado por Vargas Llosa en su ensayo “La Civilización del Espectáculo”.
Claro que es sumamente difícil ver por debajo de toda la mierda que nos inunda, así como también es difícil entender porqué Cannes y otros festivales de renombre mundial se la pasan mamando a Carlos Reygadas o a Amat Escalante; sin embargo, le aseguro, querido lector, que si se aventura y sobrepasa dichas tribulaciones, encontrará evidencia tangible de que el cine mexicano no está nada muerto.
Si le apetece y está de acuerdo conmigo, deje una recomendación (película, actor, director… lo que se le antoje). Si no, pues no.
"Qué apodo tan sin chiste te pusieron... Ojiiitos"
La Meche
No hay comentarios:
Publicar un comentario